26.5.09

Gratis = Bueno

Ya no soportaba la presión sobre sus pies
pero tampoco quería andar descalzo
fueron duros los años en que alimentó su fobia
al frío del cemento que no conoce el sol durante el año
al temblor incontenible que le producía el estar ahí encerrado
irremediablemente cautivo.

Lo reconozco, fui inocente al preguntarle por qué calzaba sus zapatillas
sin cordones cuando le iba a visitar a su casa.

Fueron cinco inolvidables años en Santiago 1
sin poder amarrarse los cordones como la gente
ni apretar confiado el cinturón, ni vestir lejanamente elegante
decía haciendo humear una pipa
decía guardando las cenizas de todos los cigarrillos encendidos.


Si no fue culpa mía la curiosidad de preguntarle tal infimidad
(puesto que es normal que la gente lleve las agujetas bien puestas)
ni de su delito es culpable la sociedad, contaba mi amigo
si el estaba listo para irse a vivir al campo
treinta y dos millones en mano, de la operación perpetuada el verano pasado
no fue su culpa tampoco haber encontrado una prenda interior ajena
y quizá tampoco tuvo la culpa su mujer, que murió sin explicar siquiera
bajo el fuego del arma, que en sus aventuras previas
no había tenido suerte u ocasión de percutar.

De hecho, esa fue la primera y la última vez que apretaría el gatillo
decía mientras humeaba inodora la pipa
decía mientras escondía los cordones, cables, pitas, cinturones
cualquier objeto con forma de cuerda
eso ayer jueves, quince años mas tarde en el living de una casa que no era la suya, la casa de todos y de nadie.