Disculpas públicas
Fui un hipócrita tratando de eludirme
estuve afanado en el momento
en que se quemaban las fotografías y las cartas:
las olvidé, las descarté, las usé de posavasos, con ellas prendí el calefont
y en su desvanecimiento se desapareció también
satisfactoriamente
un kilo y medio de pudores.
¿Sabes cuánto duele no tenerlas ahora?
¿Sabes cuánto las necesito en este momento?
Y claro, las recuerdo con molestia; la suficiente como para quemarlas nuevamente.
Me molestarían tanto menos si las tuviera frente a mí, como perder un objeto y buscarlo con una fe insignificante, como ejecutando un rito de la desaparición... y sigo tratando de olvidar esas mismas cosas y más cosas. Me entreno diariamente para ir olvidando esto también, que por lo demás no debería haber escrito. Recuerdo, sin embargo e instintivamente, ora cuando vivíamos sin tiempo, ora cuando vivíamos sin tinta. No cabe duda que el fuego es, entre todos los elementos, aquel que parece estar más vivo.
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