24.5.11

$7773

Con eso y ni un peso más me voy al Valle... Eso conseguí en una casa de cambios por el billete mexicano. ¿Por qué me parecía extraño una monja en un billete? Yo pregunté inmediatamente quien era la tal Juana de Asbaje; nadie sabía nada... Al rato le pregunté a la Sole, ella me dijo que era una mami exquisita y además una monja...no le creí. Salí a la calle y me costó un par de semanas averiguar un poco más... y sí, eras tú. A veces te acompaño por el barrio Yungay, bajando por Doctor Johow. Idénticas. Te contemplo con una cuidadosa mirada periférica: la mejor de todas. Te degusto tanto como puedo. Invento cientos de ridículos aforismos de cartón en tu nombre. Los memorizo, los olvido y luego los vuelvo a crear; sospecho. Moriría por bailar un corrido y comer un pernil con papas en algún sucucho del matadero Franklin contigo ahora mismo. Yo conozco esa capacidad que tienes para crear tensión y distensión, las horas se deslizan como el dulce de leche en pensarte; trastocan la noción las columnas de humo y la indolencia con la que se da un paso tras otro sobre zapatos rotos, cansados. Cuando te recuerdo, estoy saboreando aquel conformismo de quedarse frente al ventilador del metro que, hasta hace un instante, expelía fría tempestad infinita cual tifón. A veces, eligiendo una puerta para abordar, pasas pegada a una de las ventanas del carro que está deteniéndose... ¿me ves? Cuando eso ocurre no trato de buscarte en los vagones... sé que no estás; cuando te encuentro comprando el pan, o ya en la noche comprando algún vituperio donde los feos, procuro seguir de largo hasta el siguiente negocio. No soportaría una sola mirada tuya que me confirmara la catatónica experiencia de verte pasar, de evitar inyectarte en mi torrente directo a la cava, abrupto al delirio. Y me digo de nuevo que toda esta maraña de sofismos no son más que la basura que deja la feria: sucia, pero comestible. ¡Hola! mi nombre es Juan.

¿Yo podría llamarme Juan de Asbaje también? Pero al rato pienso que no. Al parecer, no tengo ansias de linaje, de aquel linaje que llevas en tu cabello claro, tus estúpidas piruetas y contorsiones y tu decadente estado de ánimo, aquella bipolaridad explosiva que llevas tan ligera como la última prenda sobre ti... Realmente. Es posible decir tantas cosas en morse. -¿Pero quién dijo «decir»?- [...] -el decio'r- diría un viejo por acá... No quiero seguir despistandonos poniendo infinitos nudos en un volantín hasta dejarlo lisiado. Quizá sólo quiero divertirme con los designios de esta vieja consigna de la transferencia, de la casi insoportable transmisión de «cosas»... esta misma sustancia ¿la ves? [...] Si llegas a encontrarme en un billete, una moneda, en tu adicción al queso cheddar y las papas del dogguis piensa que, en tanto, estoy muriendo muy poco a poco por bailar una ranchera contigo desde que me pagaron con el billete cuate: una ganga... como siempre una ganga. Soy tu mejor amigo por correspondencia y no lo sabes, fui mucho más que tu amigo más de una noche; sé que lo sospechas. He llegado al norte, estoy en La Serena y seguiré subiendo: me he convertido en un decadente druida. Falta muy poco para que esta incesante nube de signos me lleve al atrio del cielo y termine finalmente consagrado como el primero de los hiperbóreos. Voy a dedicarme a cultivar el cilantro, el brócoli, la cebolla... estaré en el Valle del Elqui con los pies rotos y un diente de oro... te estaré esperando por siempre allá en la arcadia, mi undécima musa, ilustrísima señora de Asbaje.