7.3.11

Lo antes posible

Puede que a ratos me tiemble la mano, he dejado de escribir demasiadas cartas; tanto así que no he logrado escribir una sola miserable carta antes. El papel me es escaso debido mi labor, me duele demasiado la muñeca derecha tanto hacer ínfimos paquetes. Al menos tengo un amigo que sí escribe, el sí que sabe escribir y con esa misma inspiración me atrevo a escribirte a ti. Él Escribe unas mierdas bien divertidas, cosas que yo jamás sería capaz de imaginar y logra con ello ciertos milagros, pero, a pesar de seguirle con fervor, yo no creo casi nada de lo que dice; es un tema algo arduo de explicar. La clave está en el bonsái.

Él no es de fiarse, atrae la suerte con sus conjuros y palabras como un descomunal hoyo negro. En Él se reflejan las cosas más abominables que puedo contar sobre mis congéneres. Un día, aquel día, aseguró tener un negocio por veinticinco palos verdes... que era casi lo mismo que le había ofrecido originalmente su principal víctima, un oriental que buscaba hacer negocios por veinticuatro millones de dólares enviando cadenas por correo electrónico esquivando la atención de los ojos invisibles de la red. Un asunto serio. Pues bien, ahora el chino vende arrollados primavera y jamón queso afuera del metro, según nuestro senséi, para guardar las apariencias.

Él, mi senséi, mi amigo, logró en algo así como dos meses y unos cuantos correos convencer a su socio oriental, muy a pesar de las barreras del idioma, de que Chacarillas en la comuna de Macul era el lugar donde debía resguardar y hacer crecer su bonsái. Hiroto llegó hace más de tres meses ya a Santiago con una solitaria semilla. Cada hoja que cae del bonsai alcanza para producir un poco más de treinta kilos de puro delirio. A mí me tiene empaquetando día y noche por un cuarto de hoja y alguno que otro brote oscuro del bonsái que es tan minúsculo como un melón, tan luminoso como un centenar de luciérnagas. El Maestro cuenta, hoy por hoy, con un séquito de al menos cincuenta soldados, algunos de collar blanco.

Él dice que cuando logre juntar algo así como cinco mil palos, presentará el bonsái en público y lo proclamará fruto de la gracia divina, la esencia que hará volver a Cristo. Apenas si puedo describirte con mis necias palabras esta maravilla, este milagro que ha traído Él, mi amigo personal, mi maestro, para calmar las ansias de verdad en la pobla. En el sobre de esta carta incluyo algo así como un octavo de mi parte mensual para que lo medites después de leer esta, la primera de las incontables misivas que recibirás de mi parte hasta que logre dar con el bendito bonsái para escapar hacia tu lugar en Antofagasta, asegurar nuestras vidas y así llevemos la panacea a los seres que realmente la necesitan. ¡Cuidado! sólo debes fumar un trozo similar a una pata de hormiga por día, cualquier dosis mayor a esa te matará en un solo instante. Si sobrevives, envíame una carta de vuelta escrita durante el trance para que así comprobemos que esto que estás leyendo es realidad y jamás ficción, luego planearemos el secuestro del bonsái. Te pido por favor que destruyas lo antes posible este mensaje.