17.6.09

El joyero a gotas

Habían decidido llevar las cotonas blancas puestas
como garantía de su erudita presencia en aquel peculiar sitio.
El doctor Valdebenito que encabezaba la comitiva
jamás había pisado una cárcel, pero una vez adentro entendió
que a falta de pintura los muros de concreto expelen un aroma que
le disgustaba incipientemente; tanto como el color gris.
Sentados los seis en la oficina del alcaide
escuchaban al convicto sentado en frente mientras hacía sus preguntas;
bien merecidas se las tenía:

- ¿Sentiré dolor?

- En lo absoluto señor Pradenas, si bien el método no se ha probado
anteriormente con sujetos, estamos seguros que no le producirá sufrimiento alguno.

- Disculpe, no quiero que piensen que soy un cobarde
pero ya ve usted, pocos tienen el privilegio de saber a que hora
debe uno plantarse en la silla y morir.

-Le entiendo perfectamente don Mario
nosotros tampoco queremos hacerle sentir a usted como
una rata de laboratorio, su condición de hecho le permite a usted
donarnos el momento de su vida que deseamos estudiar
y para serle sincero, en los hospitales no nos permiten
a la gente que agoniza, es obvio que los médicos
de turno estarán mas interesados en salvar esas vidas
que dejar que se apaguen mientras nosotros las observamos
y tomamos nota, no quiero parecer sarcástico. ¿Usted me entiende?

- Si, claro que le comprendo, pero dígame doctor
¿me harán una autopsia de esas que se describen en los tabloides?

- No señor Pradenas, no somos médicos cirujanos ni internistas
somos sicólogos y sociólogos; provenimos de distintos lugares del país.
Como le dije antes, efectuaremos una observación no participativa
del momento de su ejecución, pero no le haremos nada a su cuerpo
vivo o muerto. Esto se estipula en el documento que le enviamos ayer.

- ¿Y por que esperaron hasta el último día para proponérmelo?
esto parece una broma. De haberlo sabido antes me hubiesen
ahorrado muchas noches sin dormir pensando en la silla eléctrica.
Llevo aquí mas de cinco años ¿sabe?... se me ha dado la oportunidad
de presenciar otras ejecuciones ¿las ha visto usted?
a mi parecer no es nada agradable, mucho menos instantánea, no quiero sufrir.


Mario comienza a llorar silenciosamente.


- No hemos querido revisar su expediente criminal
pero, si no le molesta a usted señor pradenas,
muy personalmente me gustaría saber de que lo culpan?

- Asesiné a mi esposa- dijo sollozando

- Ya veo

- ¿No va a preguntar nada más?


- ¿Le incomoda hablar de ello señor Pradenas?
se lo pido con mucha humildad
tengo claro que le quedan pocas horas
yo en su lugar, querría estar lo más solo posible.

- Me avergüenza, pero como le dije antes no quiero parecer un cobarde
verá; yo soy un ciudadano blanco promedio, tuve mi hogar
y me casé con una mujer normal; todo iba bien, íbamos a mudarnos,
a un lugar mejor. Yo trabajaba los metales, más específicamente como joyero
por eso reconocí la botella de cianuro con la que limpio el metal antiguo
¡esa bendita botella!, si le había estampado una calavera en el exterior
para protegerla a ella…. Alejandra siempre aparentó ser inocente y descuidada
ahora me doy cuenta y a veces no sé si sentirme arrepentido
yo cubrí de oro por completo a esa mujer, le regalé las mejores piezas
que labraron estas manos durante los diez años que estuvimos juntos.
Todo iba bien, hasta el día en que supe a mi esposa tratando de envenenarme
la encontré aplicando el veneno en la cocina antes de servirme la cena.
La maté sin que dijera muchas palabras, lloré toda la noche
y me entregué a la policía por la mañana
no quiero parecer cobarde doctor Valdebenito
pero no habría sido capaz de suicidarme.

- ¿Y por que no alegó legitima defensa? de haber sido juez
yo le hubiera dado unos cuantos años nada mas.

- Fueron 108 puñaladas señor, ni yo mismo conocía la ira de esa forma en mí.
El jurado se horrorizó, todo el mundo conocía mi cara por bondad de la prensa.
era un caso mediático, pensaron que mi coartada era un ardid emocional,
Alejandra vaciló mucho esa noche antes de aplicar el veneno
de hecho no alcanzo a derramarlo sobre la sopa.
Mis ansias fueron mas rápidas, luego los forenses averiguaron
que yo había comido en un restorante camino a casa
el día del asesinato, pensaron que era incongruente
que le pidiera a mi esposa que me sirviera la cena
en fin doctor, yo no quiero defenderme ni parecer cobarde
ya no pienso en si soy culpable o no
ya queda tan poco, siento que no vale la pena.


La tarde siguiente Mario no habló casi nada
solo asentía ante las instrucciones de los médicos.
los gendarmes asistieron el experimento, lo recostaron
en una camilla vagamente iluminada
lo cubrieron con una sábana de quirófano dejando descubiertos sus brazos
su cuerpo yacía de espaldas con los brazos abiertos
apoyadas y amarradas las manos en soportes a los costados.

-No quiero que se asuste don Mario
le hemos administrado algunos relajantes, no sentirá nada.

-Pero no me sedarán?

-Lamento decirle que no-
Decía Valdebenito mientras fijaba la cabeza a la camilla
con frías correas, otro en tanto se ocupaba de su torso.

-Espero cumpla con su promesa doctor- mirándolo fijo
yo creo firmemente en el descanso de la almas
no quiero perseguirle después.


-Soy por sobre todo un científico señor Pradenas
no pretendo faltar a la verdad. Ahora efectuaremos un corte
en cada una de sus muñecas, el desangramiento producirá
una anemia controlada. En una media hora le hará sentir
un sueño incontenible y con la ayuda de los medicamentos
le será mas fácil dormirse que de costumbre
como si deseara una buena siesta.

Mario no dijo nada más simplemente cerró los ojos
como tratando de acumular sueño y emprender el viaje lo antes posible.
Sintió muy sutilmente los bisturís pasando por su piel
y de inmediato el sonido metálico que producía
la sangre cayendo en dos recipientes sobre el suelo
en cada costado se escuchaban. Él no podía ver mas que el cielo de la habitación
su cabeza estaba inmóvil, atrapada, pero el sonido parecía convincente,
ya no deseaba ver sangre de nuevo.

Una vez comenzó a caer uniforme el fluido los terapeutas
tomaron asiento a unos pocos metros rodeándolo.

-Si desea decir algo señor Pradenas estaremos atentos- dijo uno

ya no deseaba decir más, Mario solo quería
provocar esa somnolencia que le habían prometido
pero al cabo de una hora de goteo inacabable
se sentía mas despierto que nunca.
sentía un frió espantoso, el calor le abandona hacia el suelo
sentía el corazón agitado de tanto bombear aire.
pensaba en cuanta sangre le quedaria por perder aún

De a poco comenzó a disminuir el sonido
la sangre empieza a gotear lento
como cuando acaba el liquido en la cafetera

-Alejandra debe haber sentido lo mismo- murmuró

-Tu mujer debe haber muerto mucho mas rápido-
Respondió sórdida una voz desde la oscuridad, casi como una alucinación.

Sintió entonces, todas las venas apretadas
y el corazón comprimido como bolsa al vacío.
En un agitado último respiro entre contenidos espasmos
Mario se apagó, sin gemir, sin chistar siquiera
con el cuerpo terriblemente encrispado.
a Valdebenito el experimento no le pareció doloroso
pero indudablemente interminable.


Uno de los presentes se levanto para descubrir el cuerpo del recién ejecutado
estaba pálido, los ojos bien abiertos.

-Está muerto, ¡impresionante!

-Hasta el mismo Mario se hubiese asombrado del engaño- dijo Álvarez

-De haberlo sabido, estaría riendo a toda gana seguramente-
dijo Julio Román, desabrochándose el delantal
al levantar las cubetas receptoras
repletas de fría y transparente agua.


-Una sola palabra hubiera salvado a este hombre de su propia mente

-No pienses en eso, estaba condenado de todas maneras.
Respondía con acrimonia Valdebenito.

Otro de los presentes desinstalaba los surtidores de agua
que producían una tenue gotera audible para asi crear el efecto deseado.

-Si solo hubiese sabido que no cortamos ninguna vena, que jamás sangraron los cortes
si solo hubiese visto las cubetas llenándose desde la cañería
se hubiese reído eternamente de nosotros, no se hubiera creido
que le íbamos a matar con un inocente chorro de agua.

-Para que veas lo poderosa que es la sugestión
aunque pienso en que debe haber sentido
algo muy similar a lo que sintió su mujer en la agonía


Arregló sus lentes sobre la nariz arrugada
mientras miraba el cadáver de Mario.
El doctor Valdebenito era un hombre sumamente serio y parco.
No solía escapar de su pulcritud a menos que fuese con un vaso de wisky en la mano.










(Dedicado primero a María, luego a Don Milton junto a todas sus porquerías)