El último pelo
Es todo tan confuso, no sé en qué cuerpo fue que comencé a hacerlo. El ejercicio es muy simple: En la cabeza de cada quién existe un último pelo; aquel que corona la cabeza misma. Tienes que extraerlo rápido, de cuajo y usando el meñique en pinza con el pulgar, recitando, obviamente, el conjuro correspondiente. Al principio fue dificilísimo... Recibí varios golpes tras intentos fallidos, buenos alicientes para aprender a disimular. Distinguir el último cabello no era difícil (siempre sobresale y en quienes practican este oscuro arte se vuelve instintivo) algunas veces podía hacerlo a ojos cerrados. La primera vez lo hice casi con sorpresa, es un pestañear, uno muy corto, y de pronto estás en el otro cuerpo. Miras hacia atrás y está tu antiguo cuerpo mirando el cabello que acabas de perder, saboreas junto con él la victoria. No pasó mucho tiempo antes de que extrañara mi antigua vida, aunque una vez manejé un Ferrari.
En otra ocasión visité el himalaya. Extrañaba la simplicidad de mi vida cuando aún no conocía el truco. Nunca pude robarle la vida a los pelados, siempre envidié su dinero. Una vez me asalté a un viejito en un taxi por Matucana y el hijo de puta me pegó dos tiros en el muslo, me quebró. A la semana le saqué el pelo y le devolví los proyectiles con su propia arma, me volvió a doler. Regresé a ver mi antiguo hogar con cientos de rostros distintos, entré de gasfiter y policía. Ví en la que fue mi casa unas doscientas caras más, la salud no era problema y envejecer tampoco. Un día casi morí en el Himalaya y al bajar, arrepentido, me recosté sobre mantos de cannabis en la orilla de una carretera tibetana. Siempre que andaba en la San Gregorio abría un grifo pa la calor y los cabros chicos. No era yo mismo a quien extrañaba, extrañaba mi lugar o aquel en donde me había sentido con menos ganas de viajar, recuerdo otros cuantos cuerpos que me produjeron lo mismo, pero el tiempo es impenetrable. Y cuanto los extraño, como se extraña el cuerpo de una bella dama, como se extraña el cuerpo cuando estás muriendo, una vez le saqué un pelo a mi joven doctor en el que no fue mi lecho de muerte... asimismo, cometí varios errores-persona-cuerpo. Pasé por muchas vidas por las cuales no quise nunca pasar, tantos como pude, como cada nombre que conozco y luego, tras el hastío, volví a buscar mi antigua llave, mi lugar común. Lo complejo fue que no logré sacarme un pelo a mí mismo, digo, al ente al cual le dejé mi cuerpo la primera vez; de hecho traté de seguirlo, pero le perdí la pista... Me preguntaba si aquel último pelo volvería a crecer. Luego descubriría que una gran parte de las personas a la que robaba sus "vehículos", solían sufrir pruritos por viajar, escapar, supe de uno que cayo en cana. Saber el truco le fue útil, de todas formas me costó un kilo escapar.
Lo complejo fue reencontrarme con el que algún día fue mi cuerpo después de haber conocido todas las perversas trepanaciones que llevaba amarrada la cola que formaba mi espectro, sí, así son los espectros. Estaba lleno de toda la sucia bazofia que pude haber acumulado. Era gordo, era cartero. Salí a atenderme, lleno de canas, y con una pelada de sacristán. Pensé que todo estaba perdido... pero reflexioné y caí en cuenta que había sido yo mismo quien me saco mi humanidad un día cualquiera, la primera vez, sentado en el asiento más alto de la parte trasera de una 210. Ese día comía un helado, un piña doble. El día que perdí mi cuerpo, recuerdo ahora, meses después, estarlos vendiendo también. Pienso que originalmente fui un chamán de la ayahuasca. Esa era mi ontología dada la gran magia que poseía, de hecho una vez fui Nietzche, hubiera sido Pinochet y Gautama de haber podido, pero por siempre extrañaré Puente Alto.
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