De las tres transformaciones
Tres transformaciones del espíritu os menciono: de cómo el espíritu se trueca en camello, y el camello en león, y el león, finalmente, en niño.
Muchas cosas pesadas hay para el espíritu, para el espíritu fuerte y sólido, lleno de respeto. La fuerza de ese espíritu está pidiendo a voces cosas pesadas, y de las más pesadas. ¿Qué es pesado? -pregunta el espíritu sólido-. Y se arrodilla como el camello y quiere que se le cargue bien. ¿Qué es lo más pesado, héroes? -pregunta el espíritu sólido- a fin de echarlo sobre mí, para que se huelgue mi fuerza. (...) Es espíritu sólido se echa sobre sí todas las cosas pesadísimas; y se asemeja del camello, que corre cargado por su desierto, así corre él por su desierto.
Pero en el desierto más solitario se cumple la segunda transformación: aquí el espíritu se torna en león; quiere conquistar y ser amo en su propio desierto. Busca aquí su último amo: quiere ser enemigo suyo y de su último dios , quiere luchar por la victoria con el gran dragón.
Hermanos míos ¿Qué falta hace el león en el espíritu para trocarse luego de atravesar desiertos completos con una pesada carga? ¿no basta la bestia que abdica a sí mismo y venera? Crear valores nuevos, eso no lo puede hacer aún el león; pero crearse una libertad para una creación nueva, eso lo puede el poder del león. Para crearse libertad y un no santo, aun enfrente del deber: para eso, hermanos míos, hace falta el león.
Tomarse el derecho de crear nuevos valores es la más terrible apropiación a los ojos del de un espíritu sólido y respetuoso. Eso, para él, es una verdadera rapiña y cosa de un animal rapaz.
Pero decidme hermanos ¿qué puede hacer el niño que no haya podido hacer el león? Para qué hace falta que el fiero león se trueque en niño? El niño es inocencia y olvido, un nuevo comenzar, un juego, una rueda que gira sobre sí, un primer movimiento, una santa afirmación.
Sí, para el juego de la creación, hermanos míos, hace falta una santa afirmación: el espíritu quiere ahora su voluntad; el que ha perdido el mundo quiere ganarse su mundo. Tres tranformaciones del espíritu os he mencionado: de cómo el espíritu se trueca en camello, y el camello en león, y el león, finalmente, en un niño.
Así hablaba Zaratustra.
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