3.9.11

El Aspecto creador de Chomsky

En general, pues, «aunque las máquinas puedan llevar a cabo ciertas cosas tan bien, o quizá mejor, que cualquiera de nosotros, infaliblemente son deficientes en otras, con lo que quiero decir que podemos descubrir que no actuaron a partir del conocimiento, sino sólo a partir de la disposición de sus componentes». Hay, entonces, dos pruebas «muy ciertas» con la que podemos determinar si algo es realmente humano o no: una la proporciona el aspecto creador del uso del lenguaje; la otra, la diversidad de la acción humana. «Es virtualmente imposible que pueda haber en una máquina la suficiente diversidad como para permitirle actuar, en todos los sucesos de la vida, del mismo modo que nos hace actuar nuestra mente».

Al adoptar esta posición, Descartes amplía su concepción de la «potencia cognoscitiva» como facultad que no es puramente pasiva y que «se denomina, con propiedad, «mente» cuando forma nuevas ideas con la imaginación o cuando atiende a las ya formadas», actuado de un modo que no está por completo bajo el control de la percepción, de la imaginación o de la memoria. Ya antes observaba Descartes que «por la misma perfección de las acciones de los animales sospechamos que no tienen una voluntad libre».

La idea de que la «potencia cognocitiva» se llama, con propiedad, «mente» sólo cuando en algún sentido es creadora, tiene orígenes anteriores. Una fuente que bien pudo haber sido familiar a Descartes es el Examen de ingenios de Juan Huarte. Entiende Huarte que la palabra ingenio tiene el significado etimológico de «engendrar», «generar», lo relaciona con el gigno, genero, ingenero. Así «hallaron [los primeros que inventaron dicho nombre] que había en el hombre dos potencias generativas: una común con los brutos, animales y plantas, y otra participante con las substancias espirituales, Dios y los ángeles». «El ingenio es una potencia generativa..., el entendimiento es una facultad generativa». Como son distintas del «Genio» divino , el «ánima» racional humana y las «substancias espirituales» no tienen «en los partos que hacen tanta virtud y fuerzas ser real y substantífico fuera de sí», sino sólo «para producir dentro de su memoria un accidente», «una figura y retrato de aquello que queremos saber y entender», a la que hay que dar existencia concreta por medio del trabajo y del arte. Igualmente las artes y las ciencias son «Unas imágenes y figuras que los ingenios engendraron dentro de su memoria, las cuales representan, al vivo, la natural compostura que tiene el sujeto y cuya ciencia es la que el hombre quiere aprender». Quien aprende alguna materia debe «engendrar dentro de sí una figura entera y verdadera» que represente sus principios y estructura. Las mentes verdaderamente activas serán aquellas «que con sólo el objeto y su entendimiento, sin ayuda de nadie, dan a luz mil conceptos que jamás se vieron ni oyeron». La máxima empírica «no hay nada en el entendimiento que no haya sido pasado por los sentidos», atribuida a Aristóteles, se aplica sólo a los ingenios dóciles» que carecen de esta capacidad. Aunque el «ingenio perfecto» no es más que un caso ideal, «muchos hombres que han nacido llegaron muy cerca de él, inventando y diciendo lo que jamás oyeron a sus maestros ni a otro ninguno». Incluso hay una tercera clase de ingenio «con el cual dicen los que alcanzan, sin artes ni estudios , cosas tan delicadas, tan verdaderas y sorprendentes, que jamás se vieron, ni oyeron, ni describieron, ni para siempre vinieron en consideración de los hombres» y que pueda llevar consigo «ingenio superior acompañado de locura». Estos tres tipos de ingenio llevan consigo la memoria, el entendimiento y la imaginación , respectivamente. En general. «por que toda su honra y nobleza [del hombre], dice Cicerón, es tener ingenio y ser bien avalado: Honra del hombre es el ingenio y luz del ingenio es el bien hablar. En solo esto se diferencia de los brutos animales y tiene semejanza con Dios, que es la mayor grandeza que en su naturaleza pudo alcanzar». La más rigurosa «inhabilidad del ingenio» con la que los hombres «difieren muy poco de los brutos animales» es la incapacidad que «responde totalmente a los eunucos..., impotentes para engendrar», que impide a la facultad racional «ciertos principios que presuponen todas las artes en el ingenio del que aprende antes que se comience la disciplina, de los cuales no hay otra prueba ni demostración más que recibir el ingenio por cosa notoria; y si la figura de estos no la pueden formar dentro de sí, es la suma estulticia que para la ciencia se puede hallar». En este caso, «no bastan golpes, castigos, voces, artes que enseñar, disciplina, ejemplos, tiempo, experiencia ni varios otros despertadores para meterlos en acuerdo y a hacerlos engendrar».


Noam Chomsky / Lingüística Cartesiana | E. Gredos (1978) [Nota al pie Nº9]