Aves y atrofias
Yo estaba avisado hacía tres días, tenía familiares uniformados
gracias a ellos hice el servicio en menos de cuatro meses
si no seguramente hubiese estado vestido a esa hora
el once, listo para salir y ejecutar la mansa-ca que iba a quedar.
Diez de septiembre, casi encima del dieciocho; yo no me lo creía aún.
Insólito pero adecuado. Era justo que sucediera ciertamente.
Aunque me tilden de facho lo digo en justicia
de lo que vuelve a las manos correspondientes,
tal como a mí me aconteció ese día
y los siguientes:
El camión brinks que manejaba hacía dos años siempre fue una tortura
estar recolectando la plata ajena, poniendo el cuerpo en prenda por la plata ajena
lo detestaba, me hacía podredumbre los fines de mes el sentir las manos tan livianas
después de cargar todo el día con kilos y kilos de papel y metal.
Y bueno yendo al grano, ese día estaba enteramente planeado.
Terminando el último retiro en huérfanos me encaminé hacia pudahuel
por ecuador rodeando la carretera entre los peladeros
detuve el camión y le dije sin titubear a marcelo el peoneta:
-¡Pégame fuerte güeón, esta güeá tiene que ser de verdad,
nos tienen que comprar los pacos!-
pero el imbécil no se atrevía, pasaron diez, quince minutos...
y me seguía diciendo tartamudeando: -ya, ya, ya.
-¡Te voy a pasar balas conchetumadre, reacciona, pégame!
le apuntaba a la garganta con el seguro puesto, y en eso...
lo agarra don sata y me empieza a pegar como enajenado.
En tales circunstancias, las sustancias que libera el cuerpo no te permiten
quedarte quieto y dejar que te simplemente te peguen;
entonces peleamos media hora en un basural polvoriento
a pleno sol, revolcandonos, tomando turnos para darnos, al estilo de los titanes
cualquiera podría haber dicho que nos pegaron unos cinco tipos, mínimo.
Pero yo me volví loco, y fue la fatiga en parte la que me hizo pegarle dos balazos
con el arma de servicio, me hartó, me superó; pensar lo mariconsito
que se había mostrado al principio con el asunto del auto asalto
y luego casi me mata a mano limpia.
Y que te puedo decir, yo nunca quise matar a marcelito
pero por si las moscas ya había cavado el oyo, me adelanté a la situacion.
Si ese día me levanté a las cuatro de la mañana
cuando siempre llego atrasado a la pega. No fue tanta plata te diré
pero fue un día especial compadre, hay que decirlo.
Dinero en mano y me fui pal sur sin pensarlo. El viaje, otra tortura eterna.
La chevrolet C10 de feriano ni siquiera daba 80 en la carretera
era una presa más que fácil... -ya tendré un vehiculo digno de un Mardonez-
me decía, me repetía, me convencía; ante las ganas de dar pie atrás
cuando pasaba por las comisarías que yacen semimuertas en la 5 sur.
Doce horas, un pollo asado y unos hilton largos. No me detuve ni a comer,
ni a fumar.
Así fue como me convertí en frentista, la plata del brinks tenía dueño
al contrario de lo que siempre pensé:
-deben tener tanta plata estos gueones que no les importaría
que yo me quede con "la parte"-.
Me cambiaron la identidad, tuve por gracia de la CNI la militancia
perpetua con los marxistas, un nutrido prontuario terrorista
en fin, sin desearlo ni mucho menos sentirlo fui otro más
de los enemigos declarados de mi respetado general.
Después resulta que había matado supuestamente
a cuatro funcionarios en la villa Francia el doce de Septiembre
y hube de poner al menos tres bombas la semana siguiente,
mientras tanto, yo estaba cagandome de frío a cientos de kilometros
lejos de las fechorías que cometía mi alter ego mirista.
Después de saber todo esto soñé durante décadas que escuchaba
las balizas, los trotes y las metralletas viniendo por mí en las noches...
Me fui quedando ermita, desconfiado y paranoico en el sur.
Larga como ninguna tuve la barba.
¿Y qué iba a hacer? no me iba a poner a gastar la plata donde pudiera
como enfermo, ni me iba a devolver a Santiago tampoco.
Ya había visto mi cara en la tele, si hasta fotos mías tenían estos desgraciados
fotos con mis padres, mis amigos, todos desaparecidos... supe después.
Y me compré un paño de tierra. Detestaba aquel sucio dinero de sobremanera
pedí las hectáreas en pagos para no levantar sospechas y eso fue
lo único que me quedó del botín. Pero no podía morir asi de solo
y malagradecido de la vida... usted me entiende.
El '75 cuando llegó el peso, no fuí a cambiar casi nada de lo que me quedaba,
y a los pocos huasos que conocía les repartí un buen aguinaldo antes de enterrar
el resto del dinero desnudo, sin bolsas, pa' nutrir la chacra.
Y lo pudrió todo seguramente por que jamás creció ni una papa ahí
tuve leña siempre hasta que pude comprarme una estufa a parafina
y en el intertanto conocí a Martita, con quien tuve cinco hijos,
cincuentaidós gallinas, tres gallos, un quitasol y una silla
lo necesario para vender huevos blancos, morenos y de oro
en la orilla del cruce que forma la carretera y la entrada al pueblo de Loncoche
siempre que el clima de la décima, las gallinas y la chevrolet C10 lo permiten.
gracias a ellos hice el servicio en menos de cuatro meses
si no seguramente hubiese estado vestido a esa hora
el once, listo para salir y ejecutar la mansa-ca que iba a quedar.
Diez de septiembre, casi encima del dieciocho; yo no me lo creía aún.
Insólito pero adecuado. Era justo que sucediera ciertamente.
Aunque me tilden de facho lo digo en justicia
de lo que vuelve a las manos correspondientes,
tal como a mí me aconteció ese día
y los siguientes:
El camión brinks que manejaba hacía dos años siempre fue una tortura
estar recolectando la plata ajena, poniendo el cuerpo en prenda por la plata ajena
lo detestaba, me hacía podredumbre los fines de mes el sentir las manos tan livianas
después de cargar todo el día con kilos y kilos de papel y metal.
Y bueno yendo al grano, ese día estaba enteramente planeado.
Terminando el último retiro en huérfanos me encaminé hacia pudahuel
por ecuador rodeando la carretera entre los peladeros
detuve el camión y le dije sin titubear a marcelo el peoneta:
-¡Pégame fuerte güeón, esta güeá tiene que ser de verdad,
nos tienen que comprar los pacos!-
pero el imbécil no se atrevía, pasaron diez, quince minutos...
y me seguía diciendo tartamudeando: -ya, ya, ya.
-¡Te voy a pasar balas conchetumadre, reacciona, pégame!
le apuntaba a la garganta con el seguro puesto, y en eso...
lo agarra don sata y me empieza a pegar como enajenado.
En tales circunstancias, las sustancias que libera el cuerpo no te permiten
quedarte quieto y dejar que te simplemente te peguen;
entonces peleamos media hora en un basural polvoriento
a pleno sol, revolcandonos, tomando turnos para darnos, al estilo de los titanes
cualquiera podría haber dicho que nos pegaron unos cinco tipos, mínimo.
Pero yo me volví loco, y fue la fatiga en parte la que me hizo pegarle dos balazos
con el arma de servicio, me hartó, me superó; pensar lo mariconsito
que se había mostrado al principio con el asunto del auto asalto
y luego casi me mata a mano limpia.
Y que te puedo decir, yo nunca quise matar a marcelito
pero por si las moscas ya había cavado el oyo, me adelanté a la situacion.
Si ese día me levanté a las cuatro de la mañana
cuando siempre llego atrasado a la pega. No fue tanta plata te diré
pero fue un día especial compadre, hay que decirlo.
Dinero en mano y me fui pal sur sin pensarlo. El viaje, otra tortura eterna.
La chevrolet C10 de feriano ni siquiera daba 80 en la carretera
era una presa más que fácil... -ya tendré un vehiculo digno de un Mardonez-
me decía, me repetía, me convencía; ante las ganas de dar pie atrás
cuando pasaba por las comisarías que yacen semimuertas en la 5 sur.
Doce horas, un pollo asado y unos hilton largos. No me detuve ni a comer,
ni a fumar.
Así fue como me convertí en frentista, la plata del brinks tenía dueño
al contrario de lo que siempre pensé:
-deben tener tanta plata estos gueones que no les importaría
que yo me quede con "la parte"-.
Me cambiaron la identidad, tuve por gracia de la CNI la militancia
perpetua con los marxistas, un nutrido prontuario terrorista
en fin, sin desearlo ni mucho menos sentirlo fui otro más
de los enemigos declarados de mi respetado general.
Después resulta que había matado supuestamente
a cuatro funcionarios en la villa Francia el doce de Septiembre
y hube de poner al menos tres bombas la semana siguiente,
mientras tanto, yo estaba cagandome de frío a cientos de kilometros
lejos de las fechorías que cometía mi alter ego mirista.
Después de saber todo esto soñé durante décadas que escuchaba
las balizas, los trotes y las metralletas viniendo por mí en las noches...
Me fui quedando ermita, desconfiado y paranoico en el sur.
Larga como ninguna tuve la barba.
¿Y qué iba a hacer? no me iba a poner a gastar la plata donde pudiera
como enfermo, ni me iba a devolver a Santiago tampoco.
Ya había visto mi cara en la tele, si hasta fotos mías tenían estos desgraciados
fotos con mis padres, mis amigos, todos desaparecidos... supe después.
Y me compré un paño de tierra. Detestaba aquel sucio dinero de sobremanera
pedí las hectáreas en pagos para no levantar sospechas y eso fue
lo único que me quedó del botín. Pero no podía morir asi de solo
y malagradecido de la vida... usted me entiende.
El '75 cuando llegó el peso, no fuí a cambiar casi nada de lo que me quedaba,
y a los pocos huasos que conocía les repartí un buen aguinaldo antes de enterrar
el resto del dinero desnudo, sin bolsas, pa' nutrir la chacra.
Y lo pudrió todo seguramente por que jamás creció ni una papa ahí
tuve leña siempre hasta que pude comprarme una estufa a parafina
y en el intertanto conocí a Martita, con quien tuve cinco hijos,
cincuentaidós gallinas, tres gallos, un quitasol y una silla
lo necesario para vender huevos blancos, morenos y de oro
en la orilla del cruce que forma la carretera y la entrada al pueblo de Loncoche
siempre que el clima de la décima, las gallinas y la chevrolet C10 lo permiten.
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